Tal día como hoy, hace dos años, estábamos ansiosos esperando tu llegada al mundo. Este año, la casualidad ha querido que celebres tu segundo cumpleaños rodeada de incienso, azahar y nazarenos. A decir verdad: “como más te gusta”. Sí, porque aunque sea difícil de creer, tu pasión por la Semana Santa viene desde muy lejos, casi desde la cuna. Durante todo un año has estado pidiendo ver en la tele vídeos de Semana Santa mejor que Pocoyo, Bob esponja, o Mickey Mouse. Algo increíble pero cierto. Me has hecho coger alguna que otra caja de los regalos de Reyes para transformarla en un paso de cartón y así estar meses y meses metida debajo haciendo de costalera. Sí, de costalera. Frases como “¡A esta es!, “poco a poco”, “Señor”, “la Virgen”, las hemos estado escuchando en pleno verano e incluso en Navidades cuando el frío y las lluvias alejaban de la mente de todos los días de la Semana Santa. Gracias a ti he contado como nunca la llegada del Domingo de Ramos, así como he disfrutado como un niño de una Cuaresma visitando infinidad de iglesias.
El pasado lunes Santo volviste (por segundo año) a salir vestida de monaguilla en la Redención (El Beso de Judas). Disfrutaste como nadie. Recorriste tramos y tramos dando caramelos a todos los niños que veías con una generosidad impropia de tu edad. De la misma forma, dentro de un par de días, volverás también a vestirte de monaguilla, esta vez en tu Hermandad de Los Gitanos.
Dos años de vida, 24 meses que me han enseñado mucho, sobre todo a darme cuenta lo importante que es hoy en día saber “transmitir valores a nuestro hijos”, aunque sea a base de inculcar tradiciones, que es también Cultura. Porque, como dijo el poeta: “Un pueblo sin cultura es un pueblo inculto, (…) no tiene ni pasado, ni presente, ni futuro”.
Así pues, te deseo que intentes siempre guardar un bonito recuerdo del pasado, vivir de la forma más feliz el presente sin temer el mañana y que sepas labrarte un magnífico y enriquecedor futuro.
Feliz cumpleaños, mi vida.
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