Miguel Andréu: ver, oír y “nunca callar”

La calle Caballerizas fue testigo de excepción de la llegada al mundo de Miguel Andréu un 24 de julio de 1966 a las 6:20 de la mañana. “Era domingo y el día de Santa Cristina; precisamente mi comadre -la mamá de Ignacio, del cual he hablado en el blog alguna que otra vez- se llama Cristina. Todos los años celebramos todos juntos su santo y mi cumpleaños. No nací en una clínica ni en un hospital: nací en mi casa, como nacíamos muchos antes. Creo que no puede haber mejor sitio para ver la primera luz”, asegura este sevillano que trabaja desde hace algo más de veinte años en el campo de la comunicación, las relaciones públicas y el marketing. “Tengo estudios también de protocolo oficial y social, con diplomatura oficial de la Junta de Andalucía. He prestado mis servicios en diversas consultoras de comunicación como consultor, valga la redundancia, hasta hace tres años que ejerzo mi trabajo como Director de Comunicación y Marketing en una cadena hotelera. También he impartido formación, en comunicación, relaciones con los medios, imagen pública y protocolo, en academias, escuelas, cursos, así como formando a personas que lo han necesitado en algún momento de su vida laboral o personal”, señala Miguel Andréu. Su domicilio actual se encuentra ubicado en el sevillano barrio de Pino Montano donde vive con su mujer, además nos confiesa que ambos están incursos “en un proceso de adopción desde hace dos años”. Este sevillano menor de siete hermanos pertenece –desde que nació- a la Hermandad de San Esteban, trabaja en la otra orilla del Río Guadalquivir y se describe a sí mismo como un tipo “güena gente”. Y es que nuestro amigo Andréu es un “Jartible hasta un extremo chocante del Carnaval de Cádiz, de Tejera sonando detrás de una ‘pasopalio’ y de los tambores de la Centuria”. En cuanto al nombre del blog, Miguel señala que “he tomado este nombre por aquello de VER, OIR Y CALLAR. Quiero seguir viendo, seguir oyendo, pero nunca callando. Desde aquí quizás no voy a arreglar nada, pero al menos no me voy a quedar con nada dentro”. Sin lugar a dudas, su blog es un ‘tesoro’ en Internet al que aconsejo no dejar de visitar nunca, un rincón muy personal de un gran sevillano que dice llamarse: Miguel Andréu.

¿Cómo es un día normal en tu vida desde que te levantas? Soy un tipo que duerme poco. Me levanto muy temprano, alrededor de las 6,30. Salimos de casa mi mujer y yo a eso de las 7,45. Paramos en la Encarnación y tomamos un café, juntos. Es innegociable, ya que se trata de uno de los mejores momentos del día. Ella se queda allí, en su trabajo y yo me voy al mío, en Triana. Lo primero en mi trabajo es leer todos los periódicos y dar un paseo por determinados sitios de Internet, siempre medios de comunicación de ámbito turístico. Después de atender los asuntos de diario, como actualizar -a diario, insisto- el blog de mi empresa, continúo con cosas atrasadas, si las tengo, con lo que va saliendo y con los proyectos abiertos. Salgo a las dos, recojo a mi mujer, casa y almuerzo, si no tengo nada en la calle que me impida comer con ella en casa. Cabezadita de quince minutos y vuelta al trabajo. Desde las cinco a las ocho. Las tardes las aprovecho mucho más, porque me suena menos el teléfono y me dedico más a él: hablo mucho con mucha gente. Al salir suelo ir a casa directo; a hacer alguna gestión que tenga pendiente; o a algún acto que por trabajo tenga que acudir. En circunstancias normales, ceno en casa no más tarde de las 10 de la noche. Intento ver algo de televisión, pero me suelo quedar dormido en mi sillón, con lo cual no acabo ni una sola película ni una sola serie. Para evitarlo, la mayor parte de la veces, en vez de ver la televisión, me siento en el ordenador a dar una vueltecita por los blogs o me voy a la cama a leer: bien una novela -siempre hay una en mi mesita de noche, en estos momentos “La Catedral del Mar”- o bien alguna revista de corte profesional que me he tenido que llevar del trabajo a casa porque allí no me ha dado tiempo a estudiar algo de interés. Llega un momento que me empiezan a picar los ojos. A partir de ese momento, no recuerdo nada…
Un recuerdo inolvidable: Aunque parezca un poco manido, pero del día de mi boda es del día que guardo los mejores recuerdos. Pero sé que hay otros mejores que están por venir.
Mi principal virtud: No debo decirlo yo, sino los demás. Aunque creo que soy buena persona, porque siempre suelo ir de “buena fe” con todos. Por tanto, hay mucha gente que me ha engañado en mi vida. Cruz y raya para siempre a esos. Ya lo dije un día en el blog, recordando el final de la película “Salvar al soldado Ryan”: ¿he sido digno de vivir esta vida? Eso es lo que pretendo cada día. Me gustaría que mi epitafio fuera algo así como “un tipo güena gente”. Con eso me basta y me sobre. Eso sí, en algo más material he de reconocer a mi favor que tengo una magnífica memoria.
Mi principal defecto: Terco como una mula vieja… aunque durante sólo 15 segundos. Siempre doy mi brazo a torcer. Y soy extremadamente crítico conmigo mismo y con las cosas que hago. Intento ser un perfeccionista en casi todo, aunque no lo consigo.
Sé que tengo otro defecto, enorme, que es no saber estar solo… ¿o es una virtud?
Un libro que nunca olvido: “Gloria Olivae”, de J. J. Benítez.
Mi música preferida: Toda aquella que me infunda tranquilidad y alegría de alma y cuerpo. Jartible hasta un extremo chocante del Carnaval de Cádiz, de Tejera sonando detrás de una “pasopalio” y de los tambores de la Centuria.
Un lugar para trabajar en Sevilla: El centro, sin duda alguna, mas después de haberlo probado. Durante tres años estuve en la calle Cuna y era una auténtica delicia. Teníamos una azotea, a la que llamábamos “La Sala de Juntas” y donde nos subíamos a pensar cuando teníamos que montar una campaña. Era gratificante, divertido y muy eficaz. Desde allí divisábamos hacia la derecha El Salvador entero, plaza e Iglesia; y hacia la izquierda hasta la capilla de Los Panaderos.
Un lugar para descansar en Sevilla: Mi casa. Lo siento, soy muy casero. Pero si me quiero sentar a pensar, lo hago en la Plaza de Pilatos. Aunque se aleje algo de la pregunta, si necesitamos relajarnos de verdad y pasar unos días a solas mi mujer y yo, lejos de todo, nuestro sitio siempre es Cádiz. Esa ciudad a mí me transforma por completo nada mas cruzar el Puente de Carranza.
Un lugar para vivir en Sevilla: Me encantaría vivir entre la Puerta de Carmona y la Alfalfa. Pero por más que se lo planteo al director de mi banco, me dice que no puede ser… A mi mujer le encantaría vivir en San Lorenzo o en Triana , donde nació y se crió. A mi tampoco me desagradan esos lugares como comprenderéis, pero tenemos el mismo problema con el director del banco. ¡Mecachis…!
Un sitio donde dar el primer beso de amor: Cualquier lugar es bueno, si el amor es amor de verdad y si es correspondido.
Sevilla o Betis: Sevilla hasta la muerte. Lo mejor está por venir.
Cuando hablo de Sevilla presumo de: De todo. Presumo, además, exagerando un pelín, como buen hombre del sur: clima, gastronomía, amabilidad de la gente, literatura, pintura, escultura, patrimonio monumental, fiestas populares. Siempre termino diciendo que soy un afortunado por haber nacido en Sevilla.
Sevilla podría mejorar si: Si los sevillanos nos miráramos menos al ombligo, y yo el primero. Me explico: en Sevilla se vive muy bien y es una ciudad ideal y bla, bla, bla, bla… Pero no nos olvidemos de dos cosas: todo esto -que yo digo en mi respuesta anterior- hay que cosecharlo día a día; y lo segundo es que hay ciudades en el mundo que son iguales o mejores que la nuestra. Sí, esto es así, por mucho que existan “sevillanitos” que no lo admiten. Por tanto, es imprescindible que sepamos cuidar a nuestra ciudad, alejarla de los estereotipos y los cánones de siglos pasados y no creernos que “como Sevilla no hay ná”.
Un personaje histórico sevillano: Santa Ángela de la Cruz.
Alguien ha quien admiras de tu vida: Sin duda alguna a mi mujer, a la que no sólo admiro, sino a la que adoro, entre otras cosas por aguantarme.
Un dolor imborrable: El último que sufrí: la pérdida de mi madre. Cada día hay algún detalle que hace que me acuerde de ella.
Una calle de Sevilla: ¿Una plaza vale? La Plaza de Pilatos.
Si fueras Alcalde de Sevilla lo primero que haría: Escuchar a los sevillanos y desoír a mi partido. O sea, ser políticamente incorrecto. Pero haría la Sevilla de los sevillanos… ¡ojo! De todos, no sólo de los que les gusta lo que me gusta a mí. ¿Está claro?
Decidí abrir un blog porque: En el trabajo en el que estaba antes escribía mucho: todo el día redactando documentos, discursos, notas de prensa, informes, reportajes, etc. Cambié de empresa y me dediqué, aunque dentro del campo de la comunicación, a escribir menos y a hacer otras cosas que me dan las mismas satisfacciones laborales. Pero noté que las manos “se me dormían” y me dije que eso no podía ser. Ya visitaba distintos blogs y controlaba el de mi empresa y pensé ¿por qué no uno mío?
El primer blog que visité fue: Comencé visitando blogs de corte profesional por mi trabajo: “El Sismógrafo”, de Pepe Fernández; “Comunicación Institucional” de Casimiro López; “Comucor” de Benito Castro; “Relaciones Públicas”, el blog de Octavio Rojas; y “El espacio del Dircom”. Posteriormente, un día encontré al “Aguaó” y ahí me enganché.
La entrada que más valoro de mi blog: Todas están escritas con un por qué y la mayoría con el corazón. No valoro más a una que a otra. Eso es cosa de los que me leéis. Creo que aún no he escrito la que más valoro. Sé a quien se la dedicaría, pero tendría tantas cosas que decir de ella... y además no me dejaría que la publicara.
¿Has conocido a otro editor de blog como tú? Conozco desde que nació (sí, en el sentido más literal de la expresión, ya que fui a la clínica a verla cuando nació) a “La Gata Roma”. A Antonio Sierra, del blog “Natural de Sevilla” desde hace más de treinta años. A “Del Porvenir” y al ya nombrado Pepe Fernández de “El Sismógrafo” desde hace más de veinte. A “La Cava” desde hace bastante tiempo también, no menos de diez-doce años, al igual que a “Tarnishí”. Por comentarios en una entrada de no recuerdo qué blog, supongo que “Dama de Sevillano Nombre” y yo nos conocemos también desde hace muchos años, de haber vivido muy cerca uno del otro en la zona de Santa Catalina y haber jugado en la Plaza de San Pedro. Lo mismo que Orfila, que estoy seguro que también nos conocemos de una época en mi vida en que frecuenté mucho la Hermandad del Prendimiento.
Si Sevilla fuera un olor sería: Sevilla es una tremenda dualidad en todo: Betis-Sevilla, Macarena-Triana, Joselito-Belmonte… A esta pregunta le caben muchas respuestas:
Dama de noche. Azahar. Adobo de Blanco Cerrillo. Bollitos de Santa Inés. Incienso de la Magdalena… ¿sigo?
Si Sevilla fuera una tapa: Al igual que antes, tantas como cualquiera que sea recitada con arte por un camarero con una tiza en la oreja. La ensaladilla de “La Alicantina”; los pinchitos de López de Gomara; las codornices de “Ruperto”; los soldaditos de Pavía del “Rinconcillo” (y la tortilla de jamón, las espinacas, el arroz…); los tacos de jamón de “Casa Román”; el arroz en paella de “Las Columnas” (los domingos a las 2 en punto de la tarde); los montaditos de “La Espero tesquina”… ¿sigo? Pero creo que una mesa no es lo bastante sevillana si no hay un plato de papas aliñás.
Si Sevilla fuera un sonido: Vuelvo a lo mismo: la dualidad. Campanilleros y Soleá; Pasa La Macarena y Amarguras; El Pali y los Cantores de Híspalis; el Miserere y los Seises; Tejera y los clarines de la Maestranza… Todo cabe en esta ciudad. Incluso el pitido de los coches en un atasco. Personalmente me quedo con los pájaros cantando un domingo por la mañana, mientras desayunas leyendo el periódico en la cafetería del Alcázar… ¿nunca lo habéis hecho? Probadlo, os lo aconsejo.
Si tengo que hacer un regalo sevillano: Una flor de cera y un plato de cerámica trianera.
Si tengo que enseñar Sevilla a unos amigos extranjeros la ruta sería: Desde la Plaza de Pilatos en dirección a la Alfalfa, dándonos latigazos en algún que otro sitio. Y de la Alfalfa a la Catedral, también con algún latigazo que otro.
Si estoy lejos, lo que más echo de menos: A mi mujer y a Sevilla.
Sevilla en dos palabras: Romana y Mora.